Mudarse a una nueva ciudad o pueblo puede ser abrumador para cualquier niño. En medio del caos de empacar, los niños se ven obligados además a despedirse de sus amigos, maestros y de la comodidad familiar de su comunidad.
Hacer un seguimiento de los niños, lidiar con sus actitudes y transportar las cajas llenas de juguetes y libros pesados son solo algunos de los desafíos con los que seguramente tendrás que lidiar. La mejor manera de que los niños y adolescentes no se sientan desplazados ni angustiados es involucrarlos en la mudanza, aún a riesgo de hacer menos ágil el proceso (al fin y al cabo, ellos son lo más importante): que visiten las casas, que elijan su habitación y sus nuevos muebles, el color de las paredes, etc.
Si puedes escoger y hay niños de por medio, la mudanza es mejor hacerla en periodos vacacionales o que no tengan colegio. Aunque eso conlleve tenerlos todo el día en casa y no tener tiempo ‘libre’ para los mayores, para tus hijos será mejor ya que será una época en la que no tendrán deberes, trabajos ni exámenes y podrán adaptarse mejor a las circunstancias, tanto de horarios, como de organización.